Ya he detallado la lógica del razonamiento político como manifestación pura del mal, que por sus características lleva al hombre a un estado psíquico determinado animal, hacía la determinación animal de su comportamiento al ceder ante sus inclinaciones y dejar de racionalizarlas, es decir, está en regresión animal, de la inclinación al instinto. Partiendo desde un esfuerzo analítico trascendental como ponerología del ser racional de voluntad maligna y propedéutica del estudio anti ético.
Si bien, he ido someramente estableciendo una teoría del estado en conjunto a una teoría del estado político; es menester definir sólidamente al estado político, estado el cual particularmente me opongo, bien explicando su motivo con anterioridad, por ser producto del mal práctico. No he establecido el origen teórico, desde lo epistemológico del estado político como dialéctica trascendental práctica, aquella que Kant cataloga como “charlatanería”, “aquello que disfraza la ignorancia como verdad”.
Siempre son los charlatanes más grandes, los más grandes criminales, pues tras el poder de darse el lujo de quedar siempre como genio guía de imbéciles, permite en su haber el libertinaje de la razón, que lleva siempre inexorablemente al justificar los medios con los geniales fines que su dorada cresta pudo haber concebido. Incluso coronándose de dioses omnisapientes capaces de conocer todo del objeto en sí.
Ningún charlatán está habido de la prueba del reconocimiento de su intelecto, al menos que sea estúpido; prefiere el auto reconocimiento como palmaditas al ego, la auto percepción. Véase Ayn Rand y su secta de palurdos, perros falderos, proyectores con vida de sus propios defectos.
Podemos especular horas y horas en su contingente praxis los posibles errores, puesto que en nuestro propio error dialéctico somos cuñados de la verdad, en nuestro quehacer utilitario creemos qué es mejor en cualquier momento, pero terminamos cometiendo el mismo error que estamos criticando sin darnos cuentas, por no tener un enlace con objeto alguno. Entonces, para escaparnos de dicho error debemos dar con aquél objeto de estudio, la propedéutica para aquél, el cual es el político como un individuo, y el cómo bajo las reglas por las cuales actúa, que son las reglas del poder político como un fin, podemos comprender su entendimiento de su realidad, y en consecuencia su praxis. Una praxeología del mal, requiere, ver al político como ser deseoso1 del poder.
El ser político, busca el control total de la voluntad ajena, convirtiendo en propiedad privada las otras voluntades, privándolas de autonomía. El ente político, encuentra la emancipación de la autonomía del hombre, domesticando al hombre, convirtiéndolo en mascota de su capricho.
Encontrar un objetivo del poder, es decir, ver al poder como un medio para un fin es absurdo, pues el poder es un fin en si mismo para el político. El presumible objetivo que tiene la obtención del poder para, es en verdad una justificación para la obtención del poder y no el verdadero fin, pues al ya obtenido el poder se ha cumplido con su mayor objetivo, desde aquél punto, solo basta hacer crecer hasta el infinito el poder para por fin “cumplir” con el “objetivo” previsto por el cual se obtuvo el poder. Se espera que nunca se termine de aumentar el poder, pues para obtenerlo, hay que obtenerlo en su totalidad, y su límite máximo está en la total domesticación del hombre, es decir, convertir a los hombres en meras piezas de un ajedrez que el ente político pueda manejar a su gusto para poder “cumplir” con su mandato.
No es extraño que finalmente el ente político nunca concrete nada distinto al acaparamiento del poder, incluso si lo ve con falso desdén, pues ve necesario siempre la adquisición de mayor poder, porque siempre le será insuficiente el poder político para llevar a cabo sus planes. Aunque aborrezca el poder, si lo ve como necesario, terminará actuando de la misma forma pues es inevitable. El límite del poder, el poder político máximo es la domesticación total del hombre.
Y bien, hay que distinguir bien al poder político del resto de poderes como facultades tiene el hombre. Pues se puede ejercer el poder de las facultades humanas tanto en buenas como en malas acciones. El poder intelectual, el poder del habla, el poder de la cultura, la facultad apetitiva, la facultad del juzgar, y el resto de facultades son facultades innatas del ser racional que hacen ser tal, pues construyen en él la autonomía. En cambio, el poder político es una facultad que se opone a todas las demás y las tuerce, pues en si mismo el poder político como facultad, es la facultad destructiva de la autonomía, es la capacidad de controlar la voluntad externalizada hacía una o varias voluntades ajenas. Es la facultad manipulativa del hombre, que por su naturaleza, es necesaria la opresión del disentimiento a la manipulación ejercida por el ente político. Con el resto de poderes puedes lograr un disentimiento, si no quieres hacer lo que el otro te propone, tienes la capacidad de cerrar el trato y salir de la empresa, en cambio con el poder político no.2
El poder político a diferencia del resto, como busca la destrucción de la voluntad del hombre, no acuerda nada. Siempre será unidireccional, pues nunca hay opción de elegir si tomar o no dicha decisión. La diferencia entre la política y la justicia, es que la primera es contraria a la segunda, la coerción de la primera es por velar el cumplimiento de un deseo, en cambio la segunda es desinteresada y se lleva a cabo por la necesidad que en una convivencia sana no se ejerza el poder, es decir, hace que se cumpla el imperativo “obra de tal forma en que tu libertad positiva se pone en contra de la libertad negativa de otro”: que la voluntad niegue el campo de acción de otro, impidiendo su acción, negando su voluntad. Necesariamente, el anti imperativo corresponde al uso del poder político, el poder político es aquello que todo criminal ejerce, encauzar la libertad de otros como un río, privatizar el espíritu humano.
El estado político por lo tanto es: un estado organizacional donde sistemáticamente se privatiza el espíritu del hombre de acuerdo al ente político. El estado político no es un ente en sí, pues el ente político es el político en ejercicio de su poder. El estado político como toda organización existe a través de la creencia que lleva a la acción de las personas, su condición de posibilidad es la idea del mal, el ser político como anti ética del poder, la idea del poder político es la potencia del poder político. El estado político existe cuando los individuos actúan como políticos. Y como dije anteriormente, el estado político se opone a Dios, de la forma que es su opuesto, a diferencia de dios como condición de posibilidad de todo conocimiento moral, el estado político es la condición de posibilidad del desconocimiento de la moral. Al contrario que es con lo moral, el hombre acentúa su voluntad, el desconocimiento moral transforma al hombre en animal.
Una civilización basada en el poder político es una civilización basada en el avasallamiento y la humillación del hombre. Una civilización del poder es una sociedad sedienta del mismo, con una clase de gente poderosa y una clase de gente avasallada. Ambas clases no se distinguen, pues todos somos hombres y nos vemos iguales. Sólo sabes que eres de una clase o de otra, pues es obvio que si estás sediento de poder perteneces a la clase de los poderosos, y si no y tienes tus propias ideas pero eres obligado por la civilización que te somete a que pienses otras, eres de la clase avasallada.
Gramsci y su hegemonía, como también otros tantos teóricos del estado agudizan la búsqueda del poder y el sistema de avasallamiento y humillación, pues la cataliza al hacer consciente y sincera la búsqueda del poder, subvirtiendo la realidad pues para mantener dicha empresa, alterando el reconocimiento de la realidad y alterando la verdad. Lo cual es necesario para mantener dicha creencia y su estructura organizativa ¿Cómo mantenemos dicha creencia? por una parte está la humillación, las heridas dejan cicatrices que perduran en el tiempo, y tarde o temprano, si el ser humano cede ante los golpes y se educa a través de ellos, se vuelve dócil por guiarse por la contingencia inevitable del dolor, olvidando cualquier motivación trascendental como aspiración racional. Si se ofusca la información que degrada dicha creencia, ya sea por las carencias del socialismo de estado o por la verdad de dicho estado político, se puede mantener más impoluta dicha creencia fortaleciendo su estructura, pues altera la realidad llevándonos a un desconocimiento generalizado que destruye cualquier oposición al ver una necesidad del alimento del amo con la mascota; la confusión es un arma política para establecer el miedo, pues el desconocimiento es el mayor terror de la humanidad, y al establecer la dialéctica como canon del entendimiento se puede falsear la verdad e instaurar una realidad subjetiva de puras apariencias. No obstante el terror es un arma de doble filo. Si el político no teme al ciudadano, el ciudadano teme al político. No es que una civilización es corrompida por la hegemonía, una civilización estatista fundamentalmente es una civilización corrupta, Gramsci sólo agangrenará más rápido un Estado político que nace enfermo por naturaleza. Para poder respirar ante esta desgracia, el hombre tendrá que aprender a soportar los latigazos y buscar por si solo plena independencia, a rebelión de las mascotas.
Siendo políticos, un político nunca actuará en su contra. Aunque asumimos que un Estado político está en una etapa perfecta históricamente, el político justificará siempre su existencia, para ello crea problemas. Si no fuese de esa forma, daría cabida al pensamiento peligroso de que el político no es necesario. El político es la encarnación misma del Estado político, si el político tiende a no actuar en su contra, el Estado político tampoco actuará en su contra. La tendencia siempre del Estado político, entonces, es su crecimiento. Por ello es necesario para el político crear problemas para que en el futuro proponga soluciones, que en verdad serán problemas a futuro que le permitirán repetir el ciclo. Si un político aplica algo contra sí mismo le sería antinatural, y rebajaría su capacidad de ejercer su propio poder, debilitando su persona, entonces el político en respuesta necesitará algún ajuste para nivelar su control y permitir una suma neta de mayor poder, de otra forma el político sería innecesario.
Si los problemas no existen, y no los puede crear, usa problemas ficticios y los transforma en problemas reales tangibles, de esa forma puede perpetuar su ciclo.
1La cuestión del deseo la tocaremos más adelante, pero que se distinga de la aspiración, pues el desear es la codicia de querer algo con afán destructivo, y el aspirar es querer algo con afán constructivo. El primero justifica cualquier medio para llegar a su fin deseado, y el segundo busca su fin como buscarse a si mismo, pues el primero busca uno como objeto material y el segundo como una meta trascendental obtenida mediante sus propios logros. Este ejercicio conceptual servirá más adelante para explicar el punto del cómo se comportan distintos tipos de individuos por el poder.
2Que no se confundan las amonestaciones pactadas voluntariamente en caso de incumplimiento de las partes, estas fueron acordadas, por lo tanto no son poder político.